Si hay un dibujante que me tenga alucinado con todo lo que hace, ése es J.H. Williams. Llevo ya un tiempo siendo seguidor de sus viñetas, pero no fue hasta anoche cuando me di cuenta de que me tiene totalmente rendido a sus pies. La culpa es de mi relectura del número 0 de Los siete soldados de la victoria, de Grant Morrison.
Ya no me acordaba de las maravillas que había dibujado allí y de lo perfecto que es para ponerle imágenes a las locuras de Morrison. Entre eso y la fantástica impresión que me dejó tras el Batman nº 12 de Planeta (que contenías los números del 667 al 669 de la edición americana), no he tenido más remedio que traerlo hasta aquí, por si aún no lo conocéis, que lo dudo.
Para los seguidores de Alan Moore, la presentación es fácil: Williams fue el tipo encargado de dar vida a Promethea, una de las obras más complejas narrativamente de todas las que ha diseñado Alan Moore.
Allí, Moore se propuso conscientemente ser lo menos previsible que pudiera. Además de plasmar todas sus investigaciones sobre la magia, su intención era contar con un cómic en el que pudiese hacer lo que le viniese en gana. Promethea, publicada irregularmente (aparecía y desaparecía durante meses en su edición original), es todo un festín visual: cada número es diferente del que le antecede y del que vendrá.
Moore y Williams formaron allí un equipo compenetrado a la perfección. Del nacimiento de la heroína, basada en héroes femeninos arquetípicos como Wonder Woman, los dos creadores de la serie dieron sucesivas volteretas mortales en busca del más allá experimental. El argumento, con marcados tintes oníricos, era el ideal. Y si bien mantiene, como el resto de las obras de la línea ABC, ciertos tonos de homenaje a los cómics de la infancia de Moore, J.H Williams consiguió que el caos permanente de la imaginación de Moore quedase brillantemente retratado.
Sus viñetas, nunca fijas, muchas veces sin bordes, se mezclan unas con otras, creando una fluidez que, además, contrasta con lo recargado del conjunto. Además de los muchos detalles de cada página, Williams experimentó en Promethea tanto con las formas, los colores y la complejidad del conjunto que, en algunos momentos, lograba perder al lector.
Poco a poco, ha ido depurando su estilo: cada vez narra mejor, con más sentido, aunque manteniendo sus ganas de ser diferente. Eso, cuando se junta con alguien capaz de las mayores locuras argumentales y visuales sobre un cómic, como Grant Morrison, da sus frutos. Y si lo hace en Los siete soldados de la victoria, también en Batman, donde todas las páginas de sus tres números compartidas son una experiencia visual.
Imaginación, atención al detalle, adaptación a las necesidades del guionista, sentido de la narración, estilo propio… Tantas virtudes juntas hacen de J.H. Williams III un dibujante apasionante. ¡Ah! Y un detalle para los amantes de la música: el tío de J.H. es el mítico Hank Williams.
Sitio oficial | J.H. Williams III
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